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Acéptate como eres después del parto

Grace Navarro nos habla de los cambios que pasó cuando se convirtió en madre.

Ayer nació mi bebé, mi cuerpo no importa porque solo estoy preocupada por su bienestar, porque esté bien, coma bien, esté sano. No duermo, no descanso, solo lo cuido a él. Mi cuerpo no importa tanto, solo me alimento bien para poder alimentar a mi hijo.

Ya pasó un mes, mi bebé cada día está mejor y voy aprendiendo cosas sobre el y sobre mi, pero noto que mi cuerpo es diferente a antes de embarazarme. Algunos días no le doy importancia, otros sí, y estoy cansada y me deprimo y me fijo en esas estrías que quedaron por el embarazo. “Ya pasara” me digo a mi misma y me dedico a cosas más importantes.

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Mi bebé ya tiene seis meses y sigo inflamada; ¿cómo le hacen las demás mamás para adelgazar tan rápido? No estoy cómoda en mi propia piel, pero no tengo tiempo de pensar en eso. No lo puedo evitar: me veo en el espejo y me quejo de mi apariencia, luego me repito que tengo a un ser hermoso y estas marcas son el recuerdo de que estuvo en mi cuerpo, de que hubo vida dentro de mi y de que soy madre.

Me cuesta aceptar los cambios. Después de un año acepto que nunca será como antes, mis caderas se ensancharon, mi pecho creció, mis pies también. Tengo panza y unas cuantas estrías.

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Hay días difíciles, unos muy difíciles. En esos días que estoy más sensible noto hasta lo opaco de mi cabello y a veces porque mi hijo hizo un berrinche lloro. Llorar es una queja más y me fijo en mis defectos y me exijo a mi misma cuidarme más, hacer ejercicio, comer menos, buscar dietas, hacer algo para cambiarme, para estar “bonita”.

Ahora mi hijo tiene seis años, ya no lucho por cambiar mi cuerpo, ya ni me fijo, creo que es cansancio. La vida me lleva a mil por hora, muchas ocupaciones, trabajo, vueltas, rutina. No quiero fijarme más pero empiezo a entenderme, me ha costado tanto tiempo darme cuenta de quién soy más allá de este cuerpo.

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Ya han pasado diecisiete años del primer hijo y siete del segundo, mi cuerpo nunca regresó a su estado anterior. Es imposible, pero por fin aprendí que esas estrías y esa pancita me hicieron mamá, aprendí a amarme más, aprendí a verme en el espejo y ver que soy hermosa; que solo yo me pongo etiquetas, me fijo en esos detalles que nadie ve.

Aprendí y maduré, tal vez es la madurez hablando, pero amo mi cuerpo, con esas curvitas de más, esas caderas más anchas, amo que este cuerpo es capaz de crear vida, de amar, de latir fuerte.

Este cuerpo es hermoso, mis imperfecciones me hacen perfecta y completa.

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