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Coleccionistas de miedos

Que lo único que no te de miedo sea a dar tu vida por ellos.

En eso los papás somos expertos. Algunos pueden tener una razón fundamentada, pero muchos son la exageración de una posibilidad. El primero que experimenté fue la preocupación de que Franco tuviera alguna enfermedad congénita, aún sin tener algún antecedente. Las palabras de la doctora fueron “ustedes disfruten su embarazo y déjenme a mí las preocupaciones”. Tenía razón.

Pero los padres somos necios y volvemos a la carga en cualquier momento de la vida. ¿No me creen? Esto he hecho yo:

  • A mis hijos, les he colocado hasta siete cojines en el suelo, de forma muy bien estructurada para prevenir una caída de la cama
  • He supervisado que algún trozo de comida no represente un tapón en la garganta
  • Los cobijo a media madrugada para que no se resfríen aunque hayan heredado mi disgusto por sentirme demasiado cubierto
  • Hostigo a los médicos para que me den un diagnóstico preciso del mínimo resfriado
  • Limpio los gérmenes de cualquier superficie y lo hago varias veces porque el gel antibacterial dice que sólo elimina el 99.9% de los agentes nocivos
  • Si alguien les agarra sus manos es como si me escupieran en la cara
  • Al salir de viaje verifico el bloqueador solar más potente no importándome que les deje el rostro más pálido que Gasparín
  • El perro más cariñoso me parece el más desagradable si les acerca su húmeda nariz a la cara
  • En la escuela los encargo con todas las maestras y les dejo los tres números celulares que tengo por cualquier emergencia, cual-quie-ra
  • En las fiestas activo mi radar para identificar a los chamacos más guerreros, bravos expertos en hacer llorar a los más chicos accidental o intencionalmente
  • Me angustio cuando los otros niños no los incluyen en un juego…
  • … y siento feo cuando pierden
  • Anticipo la mínima imperfección de un piso que los pueda tropezar, y si así sucede soy el más rápido para levantarlos
  • Les repito una y otra vez que sus pompis son privadas
  • Me oprime el corazón darles algún permiso para irse a la casa de un amigo
  • Los nervios atacan el primer día que van sin pañal a la escuela
  • Me estresa que Franco no se decida a ser diestro o zurdo y que Mia vaya retrasada en su lenguaje, ¿acaso podrá hablar?¿Será bueno que él sea tan sensible y ella tan osada?

Pero cuando estas cosas y otras más me asaltan robándome la paz, busco en los cajones de mi memoria la voz de mi papá diciendo “cuando tengas un problema no te preocupes, ocúpate y piensa que al llegar la noche dormirás”. Y sí, las angustias son menos cuando llega la hora de dormir porque mis valientes hijos están ahí calentando el lugar en la cama de su cobarde padre que sigue manteniendo una luz encendida en el pasillo.

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