Yo no sé qué prisa traemos, pero si fuéramos conscientes de lo poco que dura, veríamos a nuestros hijos de manera diferente. Y es que seamos honestos, ya sea por presión social, por lo que dicen los abuelos o los tíos, siempre estamos con ansiedad de que cumplan con lo que se supone debe ser el desarrollo normal. Estoy segura que más de una ha llamado al pediatra porque su bebé de 6 meses todavía no se sienta, y el hijo de su prima lo hace desde los cuatro y medio ¿O no? Nos sentimos comprometidos a cubrir los tiempos sociales.
Hace unas semanas vino Mariana Colmenares, nuestra pediatra y consultora de lactancia, al programa de radio para hablar de colecho – esa tendencia a domir en la misma cama que nuestros hijos – y yo les preguntaba: ¿Quién de ustedes tiene o tuvo hijos que se pasaban a su cama todo el tiempo?, ¿Quién tiene niños que duermen, ya de fijo, con ustedes? y ¿a quién, de niños, le encantaba meterse a la cama de sus papás? Seguramente muchos. Y es que todo tiene una razón de ser, ya muchas veces hemos explicado, tanto en el radio como en la revista, que para nuestros críos, nosotros somos su mundo. ¿Se imaginan tener en una misma cama los aspectos más importantes de su vida? Claro que nuestros hijos se sienten protegidos, seguros, amados, importantes y atendidos cuando nos tienen sólo para ellos.
Yo no sé porqué de repente dicen: “Es que no entiendo porqué se sigue pasando a mi cama” ¿Cómo no van a entender? Si no hay nada más delicioso que dormir con tus papás. Así cómo pasa con el colecho, pasa lo mismo con la lactancia, el entrenamiento para dejar el pañal, lo que debe comer, etc. Siempre que hay un tema difícil o complicado para algunas familias, se involucran muchas opiniones y todo el mundo dice lo que le parece que está bien o mal.
Los estudios dicen, más allá de cualquier opinión personal, que tener una cercanía con nuestros hijos, contrario a volverlos inseguros y dependientes, les dan bases mucho más sólidas para enfrentar la vida. Si se saben amados, especiales e importantes desde chicos, podrán escoger de mejor forma. Sin embargo, crecemos con la idea de que es importantísimo y urgente volverlos independientes a como dé lugar y entre más rápido mejor. Sin entender que su desarrollo fisiológico dice otra cosa. Alguna vez un pediatra me dijo algo que nunca se me va a olvidar, que regañar a un niño que se hace pipí en la cama o en la ropa cuando apenas está aprendiendo a dejar el pañal es cómo regañarlo cuando se cae mientras aprende a caminar, así de absurdo.
¿Por qué tenemos esta necesidad de que los niños crezcan antes de tiempo? ¿Por qué quieren quitarles el chupón? ¿Por qué quieren quitarles el biberón? ¿Por qué, si el niño no ha cumplido ni un año, ya lo quieren traer con el vasito entrenador? ¿Por qué quieren que ya que haga pipí en el baño? Seguro por muchas razones, como que el kínder no te lo recibe si el niño no está entrenado, que el ortodoncista dice que los dientes se le friegan con el biberón y el chupón, que no puede tener 5 años y seguir chupándose el dedo. Ya le quieren quitar su colchita o su osito con que duerme.
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En serio ¿Qué prisa tenemos? ¿Por qué nos vemos en la penosa necesidad de comparar el ritmo de crecimiento de nuestros hijos, que es muy individual y personal, con el del vecino?
Sigan su instinto de madre y padre, protejan su paternidad porque de repente la presión social, de la suegra, de la mamá, del colegio, de la guardería, de que deje el pañal, de que deje el chupón porque se le van a arruinar los dientes, que ya duerma solo, que ya no tome pecho, parecen venir más de una necesidad social individualista que de una educación amorosa de los niños.
Como dice mi mamá, “la madre sabe lo que es mejor para su hijo”. Perdón, son pocos los años de vida que vas a tener a tus hijos contigo, porque un día se van, empiezan a salir con sus amigos, se van a estudiar a otro lado, empiezan a tener otros intereses y ya no van a estar tanto tiempo con ustedes. Qué delicia que puedan disfrutarlos estos primeros años de vida y que los niños crezcan a su tiempo y a su ritmo.