Tener un hijo es un reto enorme y eso no es sorpresa para nadie. Lo que sí puede ser sorprendente es la velocidad con la que ocurren las cosas y las exigencias que nos llegan con el paso de los años.
Más allá del cliché, ser madre en el siglo XXI es todo un desafío. ¿Por qué? Requerimos estar dispuestas a cumplir con necesidades garrafales y hoy los niños son mucho más conscientes y demandantes que los de hace 10, 20 o 30 años.
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Simplemente pensemos en cómo circula la información: ya sea por internet, radio o tele, por la influencia de amigos y su entorno social, nuestros hijos están expuestos a cantidades interminables de temas, por lo que debemos estar preparadas para conocer, administrar y orientar absolutamente todas sus inquietudes.
Muchas veces hemos escuchado que crecer duele y les puedo decir que es real pero no para lamentarnos, sino para inspirarnos a ser mejores, igual que cuando hacemos ejercicio y los músculos punzan mientras se estiran y se reparan; lo mismo pasa con el alma cuando rompemos los miedos y los prejuicios para esforzarnos por salir de la zona de confort.

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Cuando los críos son bebés requieren toda la atención, pero conforme van creciendo exigen, además de eso, que nosotras progresemos y actualicemos los conceptos y conocimientos sobre la vida. Ahora hablamos del consumo de drogas, la violencia, la sexualidad, las familias compuestas, los divorcios, las parejas del mismo sexo, la política, la religión y cientos de cosas supuestamente espinosas, pero ¿qué tan listas estamos para educar y guiar al respecto?
También estamos obligadas a saber que, mientras más recursos les demos cuando son pequeños, mayores serán los requerimientos cuando sean adolescentes, pero si nos atrevemos a hacerlo, tendrán más y mejores herramientas para evaluar y salir a enfrentar su propio camino. Es decir, críos más informados serán adolescentes más exigentes. ¿Estamos dispuestas a pagar el precio de formar personas más críticas? ¿Creen que los valores que están inculcando les permitirán ser adultos sanos y conscientes?
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El reto no está sólo en parir ni en crear la imagen de una madre perfecta y convertida casi en santa, sino en estar realmente presentes en los momentos más importantes y llenarlos de principios y elementos que los respalden para afrontar el ahora como personas preparadas emocionalmente.
Por eso quiero felicitar y dedicar mi columna de mayo a todas las que han logrado aceptar este hermoso desafío: ser mamás actuales y fregonas que no le temen al cambio y saben que adaptarse es también un acto de amor. ¡Felicidades a todas!