Ser novios es mejor que estar casados. Todos lo sabemos pero nunca lo decimos. Por lo menos en lo que se refiere a las relaciones de pareja, muchas de nuestras vidas personales transcurren de manera monótona, sin expectativas, ni muchas ganas. Parece que nos ha devorado lo cotidiano.
Todos los que estamos casados caemos en esta rutina, sobre todo los que tenemos hijos, y ¿cómo no? Si nuestros días transcurren de esta manera:
- Levantarse 6 am (o antes)
- Prepararles el desayuno y el lunch
- Llevarlos a la escuela
- Trabajar, trabajar, trabajar o comprar el súper y demás cosas para la casa
- Hacer algo de ejercicio si te va bien
- Comer con ellos
- Resolver la tarea
- Llevar a sus clases de la tarde
- Bañarlos
- Darles de cenar
- Meterlos a la cama a dormir
Luego, corres a ver un episodio de tu serie favorita en Netflix antes de ver a tu esposo para cenar, o caen los dos rendidos a dormir y no por falta de ganas de verse y/o tener tiempo para ustedes, sino por que los dos ya no tienen más energía que dar.
Esto es totalmente normal. Nuestras vidas se han convertido en una serie de pendientes y acciones para proteger, educar y amar a esas pequeñas criaturas que se parecen a nosotros.
¿Te acuerdas cómo eras antes de todo esto? Vivías el momento más emocionante de tu vida. Te ibas a casar con la persona que amabas y soñabas con hacer juntos una familia hermosa. Estabas tan enamorada, que te distraías fácilmente, soñabas despierta; me pregunto: ¿no podemos estar en este estado tan mágico y embriagador por más tiempo? ¿Qué acciones hacen que tengamos estos sentimientos a parte de la novedad y la ilusión con una pareja? Aquí veo dos cosas. Una es la que sentimos naturalmente al estar en una relación nueva que es la que es más espontánea y la segunda que es la que TÚ creas al hacer actividades con tu pareja, teniendo como meta única: divertirse y que, por consecuencia, hace que ese sentimiento de sentirte enamorada se alargue más allá de la primera etapa de la relación.
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Les quiero platicar algo que hice el año pasado. Por primera vez fui a Las Vegas a una despedida de soltera. La verdad no entendía por que a la gente le gusta TANTO ese lugar, a mi me parecía bastante falso y excesivo. Fui sin mucho qué esperar y fue de los viajes más divertidos que he hecho. No tuvo tanto que ver con los lugares que iba, qué hacía o que comía, era esa energía y “mood” que TODOS tenían, incluyéndome, de pasarla bien. Fue liberador. Conocí un grupo de Argentinos que iban también a una despedida de soltero de un amigo y uno de ellos me decía que aquí por fin no era el abogado, ni el papá, ni el marido, era Juan y punto. Llevaba años de casado con su esposa pero la verdad se sentía enjaulado en una vida que poco a poco se había perdido en ella y quedaba solo migajas de lo que era verdaderamente él y la mujer con la que se casó. No era un hombre triste y amargado, era simplemente la realidad de su vida al caer en la rutina. Agradecí mucho ésta plática por que creo que hay algo muy valioso que reflexionar. ¿Qué pasó? ¿Cómo es que dejamos callar esa parte de nosotros? No tengo la respuesta mágica y cada cabeza es un mundo, pero les puedo decir que en el camino perdimos nuestro amante. Puede ser ese amor apasionado que sentimos por alguien o esa misma pasión que se deriva de otras cosas como el arte, la música, el cine, etc. Dejamos de buscar esa chispa en la vida y la hemos reemplazado por lo cotidiano.
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No necesariamente la complicidad y el enamoramiento viene de una persona, puede venir de muchas personas o cosas que nos hagan sonreír, den ilusiones y experiencias nuevas.
Lo que veo es que tenemos una decisión que tomar en la manera en que vivimos. Cuando estamos con nuestra pareja podemos tomar la oportunidad de divertirnos, ser espontáneos y gozar cómo cuando eran novios, o no. También podemos atrevernos a retomar eso que dejamos de hacer o que no nos hemos dado permiso para hacerlo. Te has preguntado últimamente ¿Qué te gustaría hacer? ¿Qué sueño has enterrado que te encantaría retomar?
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La energía y ganas de pasarla bien están dentro de uno y todos lo tenemos por que en el momento que nos damos permiso, la pasamos muy bien, ¿o no?
Lo que me parece justo y necesario es que por lo menos un día al mes olvidemos que estamos casados, que tenemos hijos, preocupaciones y responsabilidades. Obligarnos a tener como meta UNICA, divertirse. ¿Qué perdemos? Estoy convencida que ganaremos mucho más complicidad y conexión.
La realidad es que no podemos ir cada mes a Las Vegas, pero sí podemos honrar el compromiso que tenemos con nosotros mismos y cambiar la actitud e intención con nuestra pareja para acabar siendo siempre, novios.
Mamá Gallina