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Las culpas de mamá

Todos los días levántate y di: «Soy la mejor mamá».

Por Graceland

Las mamás definitivamente tenemos problemas. Me refiero a problemas mentales, lloramos por todo. Ya lo he dicho antes y lo reafirmo: lo hacemos porque la mosca pasa y no nos dijo hola, porque hay fila en el súper, en fin; por cualquier cosa así de graves nos ponemos. Y en lo que se refiere a los hijos, la cosa escala dos rayitas más porque algo se apodera de nosotras, estamos más sensibles y nos sentimos mal por todo. Mejor dicho: nos sentimos culpables por todo.

El otro día en un desayuno una amiga se desahogó conmigo y con lágrimas en los ojos me dijo que era la peor mamá del mundo. Por supuesto que yo le pregunté por qué lo decía. Inmediatamente imaginé lo peor, al niño encerrado en el ático y sin comer. Pero no, no era eso, sólo lo había regañado y se sentía culpable. “¿Cómo pude regañarlo?”  Yo, consternada pensé: “OK, seguro le pegó al niño”. Pues no, no fue eso tampoco. Simplemente le habló fuerte. Pobre mamá, no saben lo angustiada que estaba. Juraba que su hijo iba a terminar traumado para toda la vida y sin futuro alguno.

Al día siguiente me vi con otra amiga, ¿y qué creen? Increíblemente me dijo lo mismo, que se sentía la peor madre del planeta porque trabajaba y no estaba el tiempo que deseaba con el niño. Ella es mamá soltera y sin apoyo económico del papá; obviamente tiene que trabajar por necesidad (y aunque estuviera casada y trabajara, ni así debería sentirse mal). Aún sabiendo que lo hacía por el hijo se sentía fatal. Traté de explicarle que era importante que el tiempo que estuviera con el fuera de calidad, amor y cariños, etc., etc., pero nada funcionó, no logré convencerla.

Así transcurrió mi semana con confesiones de amigas o mamás que se sienten culpables por cosas difíciles y otras sin importancia; por trabajar y no estar tanto tiempo con los hijos, por regañarlos, prestarles el iPad, por cansarse y no jugar 20 horas seguidas, por echarse una siesta, dejarlos ver televisión y darles un dulce (un dulce, ya si le das veinte si debes sentirte mal ¡eh!). Hasta nos sentimos mal porque en las mañanas nos cuesta trabajo levantarnos para llevarlos a la escuela. ¿Y cómo no nos va a costar trabajo si andamos como locas todo el día? De eso pedimos nuestra limosna, de cinco minutitos más en la cama.

Por ejemplo: yo no soy cocinera, la verdad soy pésima hasta para hacerle unos huevos a mi hijo. Por esta razón el menú de esta casa se limita a cinco platillos entre semana y por suerte el chef del fin de semana es el restaurante más cercano. Al principio me daba cargo de conciencia, que más que la verdad, pero luego me di cuenta que doy mucho más que unos platillos variados –aclaro que esos cinco platillos son los más sanos del mundo- doy todo lo que puedo y soy una excelente madre, los educo con amor, juego e invento juegos que sean educativos o tengan algo de aprendizaje, corro todo el día en actividades relacionadas con ellos y para ellos, así que mi mantra es: Soy una gran mamá.



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Así deberíamos de pensar todas y todos los días echarnos porras nosotras mismas en vez de estar flagelándonos por errores que cometemos. Yo les digo que no podemos ser perfectas pero lo que si podemos es intentar serlo diario y dar lo mejor de nosotras, reconocer nuestros errores y enmendarlos. Trabajar duro y descansar también, apapacharnos y darnos nuestro tiempo porque si nosotras estamos bien ellos estarán mejor.

Así que les pido repitan mi mantra y se auto feliciten por el gran trabajo que están haciendo:

“Soy una gran mamá”

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