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Nunca vuelves a dormir igual

Todo empieza desde el vientre y no termina nunca.

Por Sergio Sepúlveda

“Cuando tienes un hijo no vuelves a dormir igual» es una verdad contundente.

Pero mientras tanto sé que llegará la madrugada en la que esté esperando en la sala a que Franco o Mia regresen de una fiesta. Mi papá lo hizo la primera vez que yo me fui con amigos en un coche prestado. Nunca lo dijo, pero mi madre me contó de su preocupación.

La noche en la que les dé tiempo de llegar para que cenemos juntos y tal vez una o muchas veces apenas me saluden y vayan directo a su habitación, entonces no podré pegar el ojo preguntándome si les pasa algo. Confieso que yo les hice lo mismo a mis padres, hoy lo lamento.

El momento en el que no dormirán por hacer tarea y de seguro mi solidaridad se vestirá de insomnio como cuando mi papá bajaba para preguntarme si necesitaba ayuda.

La oportunidad de que decidan viajar solos. Yo estaré orgulloso pero me acabaré las uñas mientras llega su llamada (perdón mamá por todas las veces que no te digo en dónde estoy).



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El día en el que pondrán un letrero de “No pasar» en la puerta de su cuarto pero que no me impedirá levantarme para cubrirlos del frío. Si me descubren tal vez se enojen y hasta suelten una patada adormilada, pero al igual que mi pobre padre lo hacía, yo sabré esquivarla.

Más noches de fiebre y de medirles la temperatura por todos lados y meterlos a la regadera para bajar su malestar, todo con tal de que duerman bien aunque me consuma en el intento.

Pero también sé que llegarán los días en los que ellos pondrán su propio despertador y extrañaré sus piecitos sobre mi cabeza y que me llamen a las siete de la mañana para jugar; echaré de menos que cuatro quepamos en una cama para dos y que me salgan ojeras y duerma incómodo. ¡Sean bienvenidos a mi cama mis bellos polizones! Franco y Mia saben que con sólo decirme «papi aquí estoy» se pueden y podrán arrullar con mi corazón.

P.D. Nunca tengan miedo, con el mío es suficiente. De eso hablo en mi siguiente carta.

 

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