Entre la colección de frases trilladas se asoma “La vida está hecha de detalles”, pero yo agregaría que la paternidad se disfruta con ellos. Si bien cada gran momento en la existencia de mis hijos alimenta mi corazón, son sus pequeñas expresiones de amor las que me hacen sentir importante.
Por eso, si bien soy comunicólogo de profesión, quiero hacer la maestría de cazador de pequeños detalles. La misión es no dejar pasar gestos, palabras, miradas o caricias que fácilmente podrían mezclarse con lo cotidiano pero que, si los vemos bien, son pedacitos de su esencia, regalos que nunca serán comunes ni corrientes.
¡Así cómo no valorar el esfuerzo de mi hijo al seleccionar y prestarme alguno de sus sagrados coches de juguete para que me lo lleve al trabajo! Él también transporta uno a la escuela porque en el recreo se divierte con él y entiendo que quiere que yo haga lo mismo en mi descanso; tal vez me lo da para que me sienta seguro o quizá me lo entrega pues así me cuida. Confieso que hasta entro a juntas con el carrito.
Igual de valiosa es la palmada que me da mi hija en el hombro mientras estoy de espaldas. Volteo y exclamo sorprendido: “¿Oye, qué te pasa?” Al escucharme repite la acción una y otra vez riéndose a carcajadas. Pienso que con su golpe me dice: “Papi, no me olvides”. Con nuestro juego quiero aclararle que nunca la dejo de ver y su sonrisa me renueva como mi auténtica fuente de la eterna juventud.
Hay más. Cada quien sabe cómo alejar sus pesadillas. El otro día mi niño se acompañó de Buzz y en mi almohada colocó a Woody; seguro deseaba que ambos soñáramos con el infinito y más allá. Si Mia llora, Franco la consuela y le pide que no lo haga porque “somos una familia feliz”.
Libro 90 respuestas claras para mamás novatas.
Esto que les comparto pasa en mi casa y estoy seguro de que en su hogar sucede lo mismo aunque de modo distinto. Si acaso ustedes no han visto esos detalles, les propongo que, al igual que yo, desde ahora se conviertan en cazadores.
P.D. Pistas para cazar:
Observen la sonrisa de sus ojos cuando papá (y no mamá) va por ellos a la escuela
Escuchen su voz entusiasta ante la aventura de salir a recibir la pizza
Atrévanse a sentirse poderosos si les piden ayuda no importando que lo hagan por flojera de levantar sus juguetes
Sientan la paz de sus manitas al acariciarlos
Piensen en el postre si una vez más piden que los lleven al baño en medio de la comida