Para combatir los gérmenes y bacterias del medio ambiente, el sistema inmunológico ataca los organismos y sustancias que invaden el cuerpo y causan enfermedades mediante una serie de pasos llamados «respuesta inmune». Sin embargo, para que tu bebé recién nacido los tenga, esto lleva tiempo.
Durante el embarazo compartes tus anticuerpos con el bebé a través de la placenta; después del nacimiento recibe los refuerzos que necesita mediante la leche materna porque su sistema inmune todavía no está completamente desarrollado.
Al nacimiento, las células dendríticas (especializadas del sistema inmunológico) que son las encargadas de señalar los microorganismos a los linfocitos, no funcionan adecuadamente en el primer mes de vida por lo que sus respuestas tienden a ser menos agresivas. Además, tu bebé no responde de forma ideal contra las bacterias llamadas “encapsuladas” hasta que cumple los dos años de vida, por lo que es muy importante que si es menor de esa edad reciba todas las vacunas necesarias en esta etapa.
¡No te alarmes! Aunque tu recién nacido necesita que lo ayudes a protegerse con vacunas, tu leche y todos los cuidados especiales que necesita mientras su sistema inmune alcanza la madurez, tiene muchos elementos que lo ayudan a mantenerse sano. Además, conforme crece, cuando tiene contacto con los gérmenes menos peligrosos, su sistema nervioso podrá reconocerlos y generar anticuerpos más fuertes que le ayudan a desarrollar su sistema de defensa.
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